Salida 7:45 - Llegada 9:00
El albergue de Monte do Gozo no nos hace salir hasta las 9.00 pero sé que mi despertador interno me despertará en el momento justo para salir en el mejor momento. Solo sé que no quiero salir con las masas e incluso les he dicho a mis amigos que quiero hacer este tramo sola. Quedamos en vernos en la misa de la catedral.
Salgo todavía de noche y con el día no queriendo acabar de arrancar. Salgo sola aunque en el albergue hay mucho movimiento. Quizás es verdad que muchos apenas durmieron (los que se quedan en Santiago). Gracias a Dios yo no me enteré y dormí una buena noche. Este albergue es un albergue especialmente habilitado para recibir a muchos peregrinos. Está organizado en barracones que pueden acoger a unas 180 personas cada uno sumando 30 barracones, por lo tanto unas 800 personas. No me acaba de convencer nada este lugar, parece más bien un campo de concentración (aunque las habitaciones son muy majas, de ocho personas, y nosotros solo somos 4 esa noche). Pero todo es de cemento. La noche me impide ver de nuevo este aspecto más bien lúgubre.
A la vuelta de la esquina y como si pudiese cogerla con la mano está Santiago aun sumergida en oscuridad bajo las luces artificiales. El cielo arranca sus colores azules y rosas pero pronto al apagarse las luces de las lámparas me doy cuenta de que está el cielo bien gris.
Bajo, sumida en mis pensamientos y apenas consciente de que ya estoy llegando, con un profundo sentimiento de gratitud a Dios. Si en algo puedo resumir esta experiencia es en "regalo".
El cartel de "Santiago" me llena de emoción y la ciudad me recibe con lluvia. Esta no cesará apenas en todo el día. Toda la lluvia que evité estos 22 días caerá con fuerza y con un viento tremendo.
Tengo la opción de dejar la mochila en el albergue pero opto por llegar a la plaza del Obradoiro con ella. Ha sido mi compañera fiel y tiene que llegar al destino final.
Callejear por las calles todavía sumidas al sueño, solamente interrumpidas por el fuerte viento, las concersaciones - algo demasiado ruidosas para mí - de otros peregrinos, y la apertura de algún comercio, me llenan de emoción. No solo por haber cumplido un sueño sino por recuerdos de hace años cuando estuve en una campaña evangelística con estudiantes.
La belleza y magnitud de la plaza del Obradoiro es estropeada por unos coches y postes de la casa Coca Cola. Hay una carrera ciclista a punto de empezar y esto estropea la mágia de mi llagada. Pero trato de hacerlo a un lado. Miro, veo a alguien conocido, nos hacemos las fotos, emocionante.
Me dirijo después a la oficina del Peregrino a recoger mi Compostela (escrita en Latín) y después de dejar mi mochila en el Seminario Menor (me he regalado una habitación individual), pasar por la oficina de turismo a confirmar mi tramo a Fisterra y coger un desayuno mega rápido, todo esto pasado por agua, (la crema de la pasta que me como es tan abundante que se me sale por todos los dedos) me dirijo a la Catedral para asistir a la misa de los peregrinos.
Está la iglesia a rebosar, tanto tanto que no solamente no me puedo sentar (más tarde tendré que hacerlo en el suelo porque mis pies y espalda no me aguantan) sino que desde el rincón donde me sitúo no podré ver nada sino solo escuchar. Es curioso, pero parece que los peregrinos se han multiplicado por doquier pero yo solamente reconozco a un puñado.
El cura habla de la necesidad de darse a los demás y morir a sí mismo y dejar las contiendas los unos con los otros. Hay que ser humildes como los niños. Algo que nos enseña textos de Marcos y Santiago y también el camino en el que hemos tenido que aprender a ser más solidarios. Ahora hay que seguir en el camino de la vida. La meta es Cristo, y no siempre es fácil seguir a Cristo. Antes de encender el botafumeiro (muy impresionante por cierto), nos recuerda que debemos ser olor fragante de Cristo. ¡Señor, ayúdame!
Lástima de tantos peregrinos extranjeros que no entendieron porque todo se hizo en español.
La tarde es de descanso y cenamos con varios amigos para celebrar. No nos despedimos "adecuadamente", quizás es mejor así. La mayoría paran, yo mañana sigo hacia Fisterra "El final del mundo".
Felicitats Edith!
ResponderEliminarUna abraçada,
Òscar
Gràcies Òscar! Ara a Fisterra!
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